Es mi amigo y compañero de trabajo Pedro Piedras quien me ha puesto sobre la pista del texto que vamos a comentar aquí.
Petrarca es un poeta del renacimiento italiano que junto a Dante y Bocaccio forman ese trío que siempre nos hacían estudiar en el bachillerato antiguo. Y que probablemente muy pocos han leído. Una faceta en él menos conocida que la poesía era su afición al montañismo. Y en esa afición nace esta obra que vamos a comentar. La ascensión al Mont Ventoux. Sí, justo ese “monte ventoso” que el mundo entero conoce, no por su obra, sino porque suele ser final de etapa del Tour de Francia. Tanta influencia tuvo el autor sobre esta actividad en la montaña, que se le considera uno de los padres del alpinismo, su santo patrón, podríamos decir.
Pues bien traemos un texto de esa obra para iluminar la que con frecuencia es nuestra manera de abordar los grandes retos. A mí me gusta aplicarlo a la pregunta de qué estamos haciendo para mejorar el cuidado de la casa común. La gran urgencia de nuestro tiempo. El reto más descomunal. La puerta abierta al infierno (A. Guterres). Un gran monte que escalar.Tal vez tenemos la misma actitud que Petrarca subiendo el Mont Ventoux. Pero es cierto que lo podemos aplicar a muchas cosas importantes de nuestra vida, tanto en lo personal como en lo social.
Así lo narra el propio Petrarca. Os invito a leerlo y a disfrutar de este bello pasaje.
Una vez que dejamos con él ropas y otras cosas que nos estorbaban, pusimos toda nuestra atención en el ascenso y subimos con muchos ánimos. Pero, como suele pasar, a un gran esfuerzo le sigue un pronto cansancio, de manera que no lejos de allí nos paramos en una roca. Nos fuimos también de allí y seguimos adelante, aunque más despacio: yo sobre todo afrontaba aquel montañoso camino con un paso ya más moderado, pero mi hermano subía y subía por un atajo a lo largo de la cresta misma del monte; yo, más flojo, tendía a bajar, y cuando me llamaba y me enseñaba un camino más recto le contestaba que quizá la subida por la otra ladera fuera más fácil, que no me importaba que el camino fuera más largo con tal de que no tuviera tanta pendiente. Esta era la excusa que ponía a mi pereza, y cuando los demás ya habían alcanzado lo alto yo andaba dando vueltas por los valles, pues no había por ninguna parte un acceso siquiera algo más suavesino que, por el contrario, el camino se hacía más largo y el trabajo hecho en vano era cada vez mayor. En estas, harto y arrepentido de aquel ir y venir, me decidí a subir directamente, y una vez que, cansado y sin aliento, conseguí alcanzar a mi hermano, que me esperaba recuperado por un largo descanso, anduvimos a la par durante un rato. Apenas habíamos dejado atrás aquel montículo y hete aquí que, olvidado de mis anteriores rodeos, otra vez empiezo a bajar y, después de recorrer algunos valles buscando caminos de fácil largura, voy a dar en una larga dificultad. Obviamente, intentaba aplazar el esfuerzo de la subida, pero el ingenio humano no puede anular la realidad ni es posible que algo corpóreo llegue a un lugar alto descendiendo. ¿Para qué seguir? No sin risas por parte de mi hermano, esto se repitió, para irritación mía, tres o más veces en el espacio de unas pocas horas. Burlado de este modo una y otra vez, me senté en una hondonada. Allí, volando con el pensamiento y saltando de lo corpóreo a lo incorpóreo, me reprendía a mí mismo con estas o similares palabras: «Lo que hoy te ha pasado tantas veces al subir este monte es lo mismo que te sucede a ti y a otros muchos cuando intentáis alcanzar la vida bienaventurada; pero los hombres no lo perciben con tanta claridad porque, mientras los movimientos del cuerpo están a la vista, los del alma son invisibles y están ocultos. En efecto, la vida que llamamos bienaventurada está en un lugar elevado; es estrecho, según dicen, el camino que lleva a ella. También se interponen muchos montes, y hay que ir de virtud en virtud por una escala sublime
De la Ascensión al Mont Ventoux. Francesco Petrarca
Imagen de David Julien en Pixabay
Cualquier monte que queramos abordar en la vida pide de nosotros, decisión, estrategia y abordar finalmente la vertical, sudando la camiseta. En el tema socioambiental, como diría mi amigo Pedro, a veces a cambio de muy poco o sin esperar resultados. Pero con un horizonte de transformación irrenunciable.